Lo Barranc de l'Infern
Superadas por la impotencia al ver que nuestro querido sur arde, con el corazón encogido y los ojos anegados de lágrimas y humo, ese humo denso y negro que oscurece nuestros hogares y nuestra alma.
Demasiado tiempo gritando y reivindicando una mejor gestión del territorio rural, y el silencio administrativo apesta y no precisamente a quemado. Somos nosotras, las zonas rurales, las que gestionamos la gran mayoría del territorio catalán. Nos piden que mantengamos limpios y bonitos nuestros bosques, campos, riachuelos y barrancos para alimentar el turismo que clama huir de la gran ciudad en busca de descanso, pero no nos dan herramientas ni recursos para poder cumplir sus deseos.
La agricultura se siente asfixiada, despreciada y sofocada. El abandono de las tierras es un hecho, y el relevo generacional es prácticamente inexistente. Claro, hay que ser una superviviente o una ingenua para apostar por una forma de vida que es un sinvivir; a nadie le gusta darse golpes contra la pared, por muy dura que tenga la cabeza.
Mil veces hemos reivindicado nuestro paisaje emocional, cultivos ancestrales dispuestos en márgenes de piedra seca que ofrecían un espacio de protección para nuestras montañas y bosques. Pero una vez tras otra, la respuesta frustrante y al mismo tiempo hipócrita de quienes mandan nos ha llevado a tener campos yermos y una agricultura cada vez más envejecida, mientras observamos con la mayor tristeza del mundo cómo nuestros pueblos se mueren.
Hoy, una vez más, sentimos un gran dolor y estamos decepcionadas, aunque seguiremos en pie y continuaremos defendiendo esta tierra que es la nuestra, la de nuestras abuelas, que también la lucharon con uñas y dientes, desde aquí hasta el infinito. Por los siglos de los siglos, ¡sarment!